Por tercer año organizamos esta
fiesta , donde nos volvemos a encontrar en un lugar muy pequeño, desde
diferentes rincones de la geografía.
Empezamos la tarde con un buen
chocolate con pastas para todos y todas, antes de centrarnos en el asunto.
Personalmente este año quise dar
un homenaje a la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer, el miserere. Para cuando
Halloween no existía como palabra, y si la noche de animas, este autor
romántico, supo acercar el mundo del más allá en muchas de sus leyendas.
"Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas las capuchas,
bajo los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y
los blancos dientes las oscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los
esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el pretil de la iglesia a
aquel precipicio, salir del fondo de las aguas, y agarrándose con los largos
dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas, trepar por ellas hasta
tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con una desgarradora
expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David:
¡Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!"
Así que como un monje de
aquellos, provisto de una palmatoria y un cencerro a falta de campana, me
dispuse caminando por aquellas calles oscuras. Decir que el resto estaban
todavía poniéndose el disfraz, y lo único que conseguí fue que los perros se
acercarán a olfatearme al sonido del cencerro, pensando que era una oveja
descarriada, ..., cuanto lejos de la realidad, porque al no oler a choto, se
iban con cara de confusión.
La verdad es que cuando ya todos aparecimos de nuestra guisa, el payaso de Mc Donalds incluido, los perros decidieron no participar ...
El recorrido el de todos los
años, casa de Donato, Cochera, Africa, Satur
y la casa encantada... sin más os presento a los diferentes protagonistas.
Nos quedamos con las palabras de Natalia:
"Esto mola mazo".