lunes, 4 de mayo de 2020

Invierno y nevadas de Tordelpalo


Publicada 4/5/2020
Actualizada 4/5/2020

Hola de nuevo, aquí tenemos uno más de los testimonios de Alejandrina sobre su pueblo, un escrito que al igual que los otros nos desgranan sin querer como la vida ha cambiado en los últimos cien años. Son testimonios muy útiles para dar a conocer a futuras generaciones como era la vida, el día a día, las costumbres. Mi humilde propósito es ser un mero puente de comunicación entre esas generaciones y las que vienen, que están ahora mismo más centrados en sus juegos de ordenador, redes sociales y las exigencias propias del tiempo que viven, como el día de "Star Wars -May 4th-", y hacen muy bien en ser participes de su generación. Si yo o los otros mayores que yo hubieran tenido móvil, hubiéramos luchado por él. Tan solo espero que lo que aquí escribimos, sirva para que no caiga en el olvido e inspire a otros.

Os recomiendo leer de nuevo el escrito del Pilar del Rey: [pulsar aqui]


Diferentes "grafitis" sobre un libro de la escuela de Tordelpalo

INVIERNO Y NEVADAS DE TORDELPALO


Acabo de ver las fotos de la nevada del Pueblo y sus imágenes me han traído muchos recuerdos de mi infancia cuando caían esas nevadas.

Cuadro de Jose Antonio.
Ayuntamiento Zarabes
 Para ir a la escuela nos habrían caminos y todos los niños llevábamos leña, normalmente eran trozos recios para que hicieran ascuas. La leña la dejábamos en la carpintería, la estufa estaba en medio de la escuela. El suelo de la escuela era de tarima, ósea de madera y el portalillo era de baldosas.

Nada más entrar rezábamos y cantábamos el Cara al sol. Detrás del maestro habían dos fotos muy grandes de J.A. Primo de Rivera y la otra de Franco y sacábamos la bandera a la puerta de la escuela y al terminar las clases se volvía a meter dentro. A la hora del recreo nos quedábamos en el portalillo, que al estar encima del horno el suelo estaba calentito y allí pasábamos el rato contando chistes, cuentos, adivinanzas…

El horno hacía muy buena olor al pan y más buena olor cuando hacían las tortas con manteca y azúcar y también hacían los molletes que eran la primera hornada… otro de los buenos olores que recuerdo era cuando mi hermana Plácida iba a tostar los cacahuetes que habían comprado los sacos en Monreal, eran cacahuetes crudos y  después de tostarlos los ponía en agua y sal y los vendía en la Cantina. En el horno también iban a comprarle, seguro que el olor atraía a todo el pueblo … alguna vez Plácida había comentado. “he llevado el saco lleno y me lo traigo ya a medias”.  También se tostaba cebada y trigo hasta que se pasaba de dorar cogiendo un color negruzco y era lo que utilizábamos como si fuera café, así que siempre teníamos nuestro propio café de cebada y trigo. Alguna vez se tostaba en las casas y en todas teníamos molinillo.

Otra de las cosas que recuerdo era cuando venían los reyes, en aquellos días, como ahora también ocurre, los niños éramos muy felices. En casa nos hacían unas bolsas de tela y allí echábamos lo que nos habían traído los reyes, como por ejemplo higos, mandarinas, barritas de turrón que eran como con azúcar tostada y unas almendras y también podía caer algún centimillo… con esas sencillas cosas ya estábamos contentos…. La noche anterior limpiábamos los zapatos y a los camellos les poníamos cebada y a los reyes pan y agua.  Yo también ponía los zapatos en casa de mis abuelos y al día siguientes saltábamos de alegría.

También os puedo contar que el día de los Santos Inocentes íbamos pidiendo dinero por las casas y siempre nos daban y salíamos corriendo para que no nos pillaran cuando les decíamos: “los santos inocentes se lo pagaran…” risas y más risas y la gente que nos decía “ya os pillaré ya, demontres de muchachos…. “. Fue una infancia muy feliz a pesar de las penurias que se pudieran pasar y el frío que hacía. 

En las trasnochadas de los días de invierno asábamos garbanzos y patatas en la lumbre para entretenernos y así teníamos cosas para ir picando…., en esa temporada también era cuando nacían los corderos y teníamos que ir a darles de comer y a ver cuántos habían nacido.

Alejandrina Lopez Orea (recuerdos de Tordelpalo - septima parte)

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